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La ciberseguridad en la era de
la hiperconectividad y las pandemias.
La pandemia mundial del
COVID-19 ha marcado un punto de inflexión fundamental en nuestra senda mundial
y ha acentuado como nunca nuestra dependencia de la infraestructura digital. Si
bien esta crisis ha expuesto las deficiencias estructurales que nuestra
sociedad ha venido acarreando en múltiples sistemas tales como salud, economía,
empleo y educación, también ha resaltado el papel catalizador de la tecnología
en la forma en que hemos enfrentado colectivamente la pandemia. En un lapso de
tres meses, experimentamos una aceleración de la transformación digital que se había
anticipado que ocurriría en tres años. Con el tiempo, nuestra transición a la
era “digital de todo” ha reconfigurado profundamente nuestra vida profesional y
personal. Incluso en el entorno más disruptivo de la pandemia, Internet y la
infraestructura digital global han hecho posible la provisión de servicios esenciales,
han permitido a las empresas continuar operando y han sostenido nuestros
contactos sociales individuales. El resultado de esta transición ha sido un
extraordinario aumento de la superficie de ataque cibernético, en el contexto
de un ecosistema digital de vulnerabilidades ya amplificadas que incluye más de
20.000 millones de dispositivos de Internet de las cosas (IoT, por sus siglas
en inglés) conectados en todo el mundo. Incluso antes de la pandemia, las
brechas de ciberseguridad y las filtraciones de datos se estaban convirtiendo
en los principales obstáculos de la economía digital. Los cibercriminales
aprovechan rápidamente los nuevos vectores de ataque y se benefician de los
vacíos en la cooperación de las fuerzas del orden público en las diferentes jurisdicciones,
dada la naturaleza inherentemente transnacional de sus actividades maliciosas.
A su vez, el riesgo de ataques cibernéticos en infraestructura crítica y fraude
o robo de datos ha sido siempre una prioridad para los líderes empresariales a
nivel mundial. Según el Informe de Riesgos Globales 2020 del Foro Económico
Mundial,17 el riesgo de ciberataques a la infraestructura crítica y el fraude o
robo de datos se clasificaron entre los 10 principales riesgos con mayor
probabilidad de ocurrir, mientras que la reciente Perspectiva de Riesgos del Nayia
Barmpaliou, Jefa de Políticas e Iniciativas Públicas Centro para la
Ciberseguridad, Foro Económico Mundial 29 COVID-19 del Foro Económico Mundial
identificó los ciberataques como la tercera mayor preocupación debido a nuestra
actual y sostenida transición hacia los patrones de trabajo digital. Los datos
disponibles respaldan estas preocupaciones; se estima que los daños por delitos
cibernéticos alcanzarán los US$6 billones para 2021, lo que equivale al
producto interno bruto (PIB) de la tercera economía más grande del mundo.
Además del costo financiero, el cibercrimen y los ciberataques socavan la
confianza de los usuarios en la economía digital. Las encuestas indican que, de
la población mundial con acceso a Internet, menos del 50% confía en que la tecnología
mejorará sus vidas, lo que demuestra una creciente y profunda falta de
confianza con respecto a la privacidad de los datos. Estas tendencias son
particularmente pertinentes para la región de América Latina y el Caribe (ALC),
que en los últimos cinco años ha sido testigo de una enorme expansión en el uso
de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). A medida que la
región avanza cada vez más hacia la economía digital, aumenta la necesidad de
garantizar la confianza digital. Los protocolos de gestión de riesgos de
seguridad digital y protección de la privacidad constituyen responsabilidades
compartidas por los gobiernos, el sector privado y los usuarios individuales en
una economía cada vez más impulsada por los datos. Gracias a la priorización de
la creación de capacidad de seguridad cibernética en la agenda de desarrollo de
la región, producto de los esfuerzos coordinados e intensificados del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización de los Estados Americanos
(OEA) en los últimos años, la necesidad de integrar la ciberseguridad y la
lucha contra el cibercrimen en las estrategias y políticas digitales de la
región también se ha reflejado o al más alto nivel como parte de la “Propuesta
de Agenda Digital para América Latina y el Caribe”
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